Para la angustia: dormir, soñar
Como usted sabe, lector -si lo hubiere para este relato-, el hombre es el único animal que tiene la fatalidad de sufrir angustia y expresarla. Menos mal que la ciencia, producto de los hombres, ha elaborado ciertos sedantes, maravillosos fármacos, para devolvernos la calma. Yo, cuando tropiezo accidentalmente con alguno de los imprevistos y groseros sucesos de la vida ordinaria, no puedo resistir a la necesidad de deslizar en el organismo transmisor una de esas reparadoras grageas, cuando el disgusto o la angustia suben de tono… Pero suelo acompañar la ingestión con un necesario acomodo del cuerpo en posición relajante. El mal de angustia -ya lo sabe usted- anuda este órgano sufrido, esforzado y heroico que es el corazón, blanco de todos los impactos. Pues a él hay que buscarle posición adecuada. Y la más consecuente (se la aconsejo) es la de la media vuelta sobre el costado izquierdo, con el cuerpo tendido. Así se le da asiento muelle y firme al corazón. Si esta posición lateral n